Testimonios

LUIS MATILLA

Luis Matilla

España

Dramaturgo. Director durante muchos años de las Semanas Internacionales de Teatro Infantil de Madrid, a través de su trabajo en Acción Educativa. Colaborador del CELCIT hasta su fallecimiento.

AQUELLA GIRA DEL 73

Al cumplirse los 25 años de existencia del CELCIT, quisiera rememorar unos hechos que para mí, y creo que para todos los compañeros y compañeras que los vivimos, nos influyeron hasta el punto de hacernos reajustar algunos aspectos de los planteamientos teatrales con los que iniciamos aquel viaje. Difícilmente podremos olvidar lo ocurrido durante los meses de agosto y septiembre de 1973.

La gira más larga de Tábano

Fue la gira más larga de la historia del grupo “Tábano”: cincuenta y siete días. El viaje de Madrid a Manizales constituyó una insólita epopeya de cincuenta y ocho horas de viaje a la conquista del pasaje más barato del mundo. Partimos por carretera hacia Luxemburgo, allí tomamos el vuelo con escalas en Irlanda, Bermudas (para atender a un pasajero infartado), Bahamas, Bogotá y, por fin, ¡Manizales!

Encuentro con el CELCIT y América Latina

Luis Molina (que por entonces ya se encontraba poniendo los cimientos del CELCIT) nos había abierto las puertas de Latinoamérica. Colombia sería la primera etapa; desde allí saltaríamos a Puerto Rico, donde Luis había decidido establecer la base de su incipiente organización. Nuestra gira concluiría en Venezuela; fue precisamente en Caracas donde vivimos desde la distancia uno de los hechos más dramáticos de la reciente historia de Chile.

El Festival de Manizales: un golpe de realidad

El Festival de Manizales supuso para muchos de nosotros un auténtico puñetazo en el estómago. Las gentes de Tábano llegábamos a Colombia con las prohibiciones en España de “Castañuela 70” y el “Retablo del Flautista”. Tras varias giras a la Europa de la emigración, nos recibía un ambiente teatral fuertemente politizado y de extraordinaria vitalidad.

Tanto los foros de debate, realizados en los lugares más insólitos de la ciudad, como las numerosísimas representaciones, resultaban sorprendentes. Aquel público, vibrando en cada una de las actividades y comunicando su entusiasmo por cambiar la sociedad desde un escenario, transmitía tal fuerza, que resultaba imposible sustraerse a aquel entusiasmo colectivo.

Comparaciones inevitables con España

Sin poderlo evitar, comparamos esta situación con la realidad de nuestro franquismo en decadencia, pero con los mecanismos de censura plenamente vigentes. A pesar del conocimiento que teníamos sobre los conflictos latinoamericanos, una vez allí, comprobamos cómo, paradójicamente, se podían plantear temáticas con un compromiso social y político impensables en la realidad española.

Los niveles de exigencia y denuncia estaban presentes en cada debate, en cada coloquio, tras cada actuación. Sin embargo, el comunicado de la Corporación Colombiana de Teatro nos descubría las diferencias que existían entre Manizales y el resto del país:

“La libertad de la que goza el Festival de Manizales por cuanto es un Festival abierto al mundo y compromete la imagen internacional de nuestro país, no puede servir de pantalla a las formas abiertas o disfrazadas de represión que sufren muchos grupos de las limitaciones a la libertad de expresión de todos los órdenes.”

Encuentros inolvidables

Allí fue el encuentro con personas que, con distinta intensidad, nos han seguido acompañando con sus producciones dramáticas, con sus textos teóricos, con la amistad y el calor que nos transmitieron entonces: Enrique Buenaventura, Orlando Rodríguez, Santiago García, Patricia Ariza, Jorge Ariel, Carlos José Reyes, Luis, Elena… y tantos otros.

Tras nuestra estancia en Bogotá, tres recuerdos permanecen vivos en mi memoria:

  • La experiencia del teatro comunitario “La Candelaria”.
  • La actuación de “Tábano” en la Cárcel Central de la ciudad.
  • La organización ciudadana de resistencia lograda por el barrio de invasión Policarpa Salavarrieta.

Reflexión y cambios en el grupo

El paso por Colombia fue significativo en numerosos aspectos. Creo que allí comenzó a forjarse la convicción de que el grupo, a su regreso a España, debía tomarse algunos meses de reflexión antes de encarar el siguiente montaje. También fue en aquellos momentos cuando a Juan Margallo le empezó a rondar la idea de crear en Madrid un teatro de barrio, impulso aquel que dio origen a la magnífica experiencia de “El Gayo Vallecano”.

El paso por Puerto Rico y Venezuela

Puerto Rico nos brindó una experiencia valiosísima. El conocimiento de las reivindicaciones de los grupos independentistas (frente al poder del “Imperio”), el teatro y la canción protesta nos marcaron profundamente.

En San Juan, Luis nos alojó en un hotel en el que nos consideramos “millonarios”: habitación individual y piscina. Lo espléndido de aquella gira fue que en cada momento se nos dio la oportunidad de conocer las posibilidades reales de las gentes que colaboraban con el CELCIT, para hacer posible, entre todos, un circuito estable para el teatro latinoamericano.

El impacto del golpe de Estado en Chile

Lo más significativo de nuestra estancia en Caracas no fue el positivo resultado de las actuaciones en la sala de “Rajatabla”, sino un hecho que nada tuvo que ver con el teatro y que nos deparó uno de los días más penosos de nuestra estancia en Latinoamérica.

En la mañana del martes 11 de septiembre, escuchábamos en el patio de estilo colonial del viejo Hotel Wellington el asedio del Palacio de la Moneda, el mensaje de Salvador Allende, las proclamas de los golpistas… Y desde el dramatismo de las voces que surgían a través de la radio portátil, nos llegaba la convicción del final de una esperanza más, aplastada por el “Imperio”.

Un agradecimiento final

¡Cuántas emociones, cuántos instantes memorables, cuántas gentes hermosas conocidas! En el transcurso de nuestra existencia no solo deberíamos valorar los hechos, sino también a las personas que nos tendieron la mano para hacerlas posibles.

Para Luis, para Elena, también para toda la gente del CELCIT que con grandes dificultades fueron creando y fortaleciendo las delegaciones en tantos países de Latinoamérica, mi más profundo agradecimiento.

No quisiera finalizar esta modesta colaboración sin un recuerdo para los compañeros y compañeras con los que compartí aquella gira del 73: Charly, que se unió al grupo venezolano “Rajatabla” y murió en Caracas; Andrés y Chicho, que permanecieron durante algunos años en Colombia y Venezuela. Para todos los que regresaron, tras aquellos inolvidables meses, y hoy siguen realizando su trabajo profesional en nuestro país: Petra, Juan, Miriam, Gero, Mendo, Emilio, Carlos, Manu, Javier, Alicia, Kiki y Laurita.

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